domingo, 21 de diciembre de 2008

MANCHAS PÉTREAS


Hoy este horror me viste,
horror de cuatro paredes,
ágil desaliento que deambula
en las calles del ocaso,
niebla triste de manos frescas,
nido desdichado de rapiñas fugaces.

Bulle un santuario derrumbado,
las caricias de pupilas se alejan
sin palabras, dulces damiselas
arañando incoherentes lúgubres besos
temerosos de vértigos inmortales,
sonámbulos y carcomidos símbolos
grisáceos, nostálgicos, lejanos.

La rabia y la culpa atormentan,
castigan con desmesura a sus santos,
los ciñen empecinados de letargo
degollando sus robustos andares
de paladines sumergidos y tiritantes,
de quien ruge su calamidad en el silencio.

Es cínica la sabiduría más atinada,
superflua, armónica y perenne,
pero mueren muy hondo bermellones
abatidos y desmantelados, marmóreos
lacrimosos de heridas reabiertas
una y otra y otra vez,
exhaustas por los recurrentes merodeos
de las pezuñas de la maldad arpía.

Decrépito y premonitorio
conjuré al ocaso críptico,
sumido en sus horrores perversos.
Pero no eran más que puertas al incierto
cavadas en un universo nuevo,
desconocido y tenebroso.

El mismo drama de todos los días,
el insondable miedo de abandonar
el hogareño calor de las cuatro paredes...


Ariel ALMADA
11/6/99

“Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el mirarte y dejarte desierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuándo las cosas llegan a los centros no hay quien las arranque!”

F. G. Lorca
BODAS DE SANGRE (fragmento)

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